La vida está llena de momentos preciosos, dulces, alegres, tronchantes, enriquecedores, energizantes, relajantes, amorosos… pero nadie puede negar que también está llena de esas “incomodidades” llamados problemas. Algunos los veíamos llegar de lejos y otros nos asaltaron furtivamente cuando teníamos las defensas más bajas.
Sin duda, la vida está llena de amor y luz, pero también de momentos dolorosos. El cómo interpretemos y gestionemos estas situaciones hará que nuestra felicidad se hunda en un pozo progresivamente o se encumbre hacía el pico más alto del mundo.
Os presento una fórmula sencilla pero muy práctica que suelo enseñar a menudo en consulta acerca de cómo interpretar y afrontar cada problema que la vida nos regale. Sí, he usado adrede el verbo regalar, pues realmente creo que tras cada noche oscura hay un amanecer todavía más luminoso. Pero tenemos que aprender a guiarnos en dicha oscuridad y el aprendizaje, ciertamente, nos puede llevar toda una vida.
Os invito a que cada vez que os topéis con un obstáculo o conflicto en vuestro día a día os preguntéis realmente con qué tipo de problema os estáis enfrentando. Y vamos a simplificar los problemas en dos bloques:
1-PROBLEMA VITAL. Se trata de problemas realmente grandes. De hecho, algunos van a ser gigantes y pueden estar llenos de drama y con altísimas dosis de dolor. Suelen provocar un antes y un después en nuestras vidas. Son tan importantes que muchas veces nos podrían provocar un trauma si no los gestionamos bien. Son de esos momentos que nuestro cerebro retrata a la perfección y al pasar los años somos capaces de recordar detalles como la fecha exacta, la hora aproximada que ocurrió, qué estaba haciendo en el momento de vivirlos, incluso que sonidos escuchaba y qué olores tenía a mi alrededor.
La mente hace una foto instantánea y exacta de dicha situación para recordarnos qué circunstancias nos hicieron sufrir e intentemos evitarlas. Os pongo ejemplos sobre este tipo de problemas: una enfermedad muy grave, una muerte de un ser querido, un despido de un trabajo al que habías dedicado todo tu tiempo, un desahucio, una ruina económica, una ruptura inesperada de una relación larga…
Como veis, son situaciones potentes. A algunos de nosotros nos afectarán más algunas y a otros nos afectarán otras distintas. Todo dependerá de nuestro sistema de creencias, heridas emocionales y aprendizaje previo.
Pero también hay una buena noticia respecto a este bloque de problemas: se suelen contar con los dedos de una mano, o si hemos tenido mala suerte, habrá que añadir el meñique y anular de la otra… Quiero decir que en el transcurso de una vida, seguramente no vamos a vivir más de 5-7 de estas situaciones. Son los peores escenarios que transitar, pero realmente no suelen ser muchos. Si los recorremos con sabiduría siempre traen un aprendizaje gigante detrás, aunque durante los primeros pasos seamos incapaces de ver.
2-RESTO DE PROBLEMAS. Y este sí que es un saco sin fondo, pues vamos a meter el resto de circunstancias no deseables aquí. Sería como una cesta de la compra del Primark, pero multiplicada por mil. Si no son problemas realmente gigantes, ¡todos a esta cesta!. Son situaciones que no tienen tanta importancia, manejables, del montón, asuntos a resolver…
De estas nos ocurren decenas cada día. Desde una factura inesperada a pagar, una discusión con tu pareja, una bronca en el trabajo, un dolor de cabeza o de muelas, tu coche que se lo ha llevado la grúa, un examen que te ha salido mal, tu hijo que te ha sacado de quicio, tu padre o madre que intenta controlar tu vida aunque según tu dni eres ya mayor de edad, un atasco que saca tu bestia interna y te hace gritar e insultar… Hay miles de ejemplos que encajan aquí. Algunos realmente nos hacen perder nuestro equilibrio emocional y, si vamos permitiendo que nos afecten tanto, nos harán enfermar. Progresivamente y sin darnos cuenta, pero finalmente enfermaremos mental y físicamente.
La pregunta clave con este tipo de problemas es: Realmente, ¿son tan importantes?, ¿son tan grandes como para que me afecten tanto?. ¿No los estaremos confundiendo con otro tipo de circunstancias que sí son gigantes?. ¿No estaremos haciendo una montaña de un granito de arena?
Y es que conozco el caso de una persona que tuvo una mala experiencia con un dependiente de un supermercado. Éste trató su compra de una manera tosca, le habló con prisas y de forma cortante. Esta persona, tres semanas después, aun hablaba sobre el asunto con rabia y mucha emoción, casi como si el dependiente le hubiese golpeado en la cabeza con un bate de béisbol. En su mente, aún vivía este episodio que pudo durar cinco minutos como si le acabase de suceder. Estaba convirtiendo un problemilla puntual y trivial en uno colosal. ¿De verdad era tan importante?. ¿Vamos a seguir permitiendo que estas minucias acaben con nuestra energía?.